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En los inicios, el ser humano tenía una vida social simple. En la medida que fue aumentando la población, comenzaron a surgir intereses contrapuestos y al incrementarse las discrepancias se hicieron necesarias la guía y la ley, con lo cual fue necesario que Dios enviara Mensajeros que educaran al respecto y enseñaran sobre lo que se considera la última etapa de la perfección humana: la advertencia sobre la existencia de otro mundo después de la muerte donde sus obras serán remuneradas. Los Profetas (P), con albricias sobre las recompensas a las buenas obras y advertencias sobre el castigo a las maldades, preparan a la gente para aprender y aceptar los Mandatos de Dios. “Dios Hizo surgir, entonces, a los Profetas como albriciadores y amonestadores”. Entonces el hombre comprende que necesita una serie de leyes y normas que puedan otorgarle felicidad. Y para eso Dios manda a los Profetas (P), terminando con las discrepancias.[1]
[1] . Exégesis Sagrado Corán 2,pag214