¿Quién era Talut (Saul)?

Era un hombre de alta estatura, corpulento, bello, de temple firme, fuerte, inteligente, sabio y buen administrador. Algunos dicen que lo llamaban “Talut” porque era muy alto. A pesar de todas sus cualidades, no era alguien conocido. Vivía con su padre en la costa de un mar. Se dedicaba a llevar el rebaño de su padre a pacer y a cultivar.
Un día, una parte de su rebaño se perdió en el desierto y marchó con un amigo para encontrarla. Continuaron bordeando el río varios días hasta llegar a la ciudad de Suf. Su amigo le dijo: “Hemos llegado al territorio de Suf, la ciudad de Ishmuil. ¡Vayamos hasta él! Quizás pueda encaminarnos, ya que él recibe la Revelación (“Uahi”) y quizás así podamos encontrar lo que hemos perdido.”
Cuando lo encontraron, en el momento de intercambiar miradas, él sintió en su corazón que lo conocía y supo que ese joven era quien Dios Había enviado como comandante de los Hijos de Israel. Cuando él le contó a Ishmuil (P) su historia, le respondió: “En cuanto al rebaño desaparecido, ahora mismo se dirige hacia el jardín de tu padre. Entonces, no debes hacerte problemas por ellos. Pero yo tengo para ti algo más importante que esto que buscabas. Dios te Ha elegido como comandante para los Hijos de Israel.”
Al principio, Talut se sorprendió y no tomó en serio las palabras. Luego aceptó con gusto el cargo. Entonces Ishmuil le dijo a su pueblo: “Dios Ha elegido a Talut como comandante para vosotros. Es necesario que le sigáis. ¡Preparaos, pues, para la guerra contra los enemigos!”
Los Hijos de Israel creían que su comandante debía poseer cualidades de linaje y riqueza, y como Talut no poseía nada de esto, se quedaron perplejos por su designación. Talut no era de la familia de Levi, de donde procedían los Profetas, ni de la familia de Judá, de donde provenían los gobernantes y los que tenían autoridad. Era de la familia de Benjamín, y era pobre y desconocido. Entonces objetaron diciendo: “¿Cómo puede él gobernarnos, si nosotros somos más dignos y superiores que él?”
Ishmuil (P), viéndolos en un evidente error, les dijo: “Dios lo Ha establecido para vosotros como comandante y rey. El comandante es digno para gobernar si tiene cualidades físicas (fuerza corporal, destreza, etc.) y espirituales, y él posee ambas. Por eso él tiene superioridad sobre vosotros.”
De todas formas, ellos pidieron un signo que muestre que él había sido elegido por Dios. Ishmuil dijo: “Su signo será que el Arca regresará a vosotros transportada por ángeles.” Poco tiempo después, el Arca apareció entre ellos, y cuando la vieron, lo aceptaron como su comandante.

Talut en el gobierno.
Talut fue designado como comandante del ejército y gobernante, y en poco tiempo confirmó su capacidad para manejar y administrar los asuntos del gobierno y del ejército. Luego les pidió que se prepararan para luchar contra los enemigos que los amenazaban desde todos los ángulos. Y les repetía que quienes marchasen a la guerra sólo debían pensar en ello, nada más. Y quienes tenían otras preocupaciones como una edificación a terminar o un negocio a concluir, que mejor se abstuvieran de participar. Finalmente reunió un ejército muy numeroso y bien equipado, y salió a enfrentar a los enemigos.
Hicieron una marcha muy larga al rayo del sol, con mucho calor y por eso tenían mucha sed. Talut, siguiendo la orden de Dios, les anunció que pronto llegarían a un río donde Dios quería probarlos. Quienes de ellos bebieran hasta saciarse y apagar su sed, ya no dependían de él, y los que sólo tomaran una vez nada más, tales eran de los suyos. Cuando llegaron al río, la mayoría se precipitó con alegría y entusiasmo a beber, y sólo unos pocos respetaron el acuerdo. Talut entonces se dio cuenta de que la mayoría de su ejército no tenía voluntad firme y eran débiles. Sólo unos pocos poseían una fe firme y fija para combatir a los enemigos.
Las pocas personas que quedaron en su ejército se asustaron diciendo: “No podemos enfrentar al poderoso ejército enemigo”. Pero quienes de ellos tenían fe más firme en la Resurrección, aquellos cuyos corazones rebosaban de amor a Dios, no se asustaron por el número de los enemigos. Con coraje, ellos le dijeron a Talut: “Nosotros estamos contigo y te acompañaremos bajo tu orden a todos los lugares. Y si Dios quiere, lucharemos contra el enemigo con lo que tenemos, aunque sea poco. Pues muchas veces una tropa reducida, con el permiso de Dios, triunfa sobre un grupo más numeroso. Ya que Dios está junto a quienes tienen paciencia.”
Talut con aquella tropa reducida pero muy creyente, preparada para combatir, emprendió la marcha pidiéndole a Dios la paciencia y el triunfo. Se toparon con el ejército enemigo y antes de emprender la batalla, el campeón de los enemigos llamado Goliat salió al campo y reclamó a viva voz un luchador para un combate singular. Su voz retumbó en los corazones de los creyentes y ninguno tuvo ánimo para enfrentarlo. Un joven llamado David (P) que estaba con el ejército de Talut aunque no tenía edad para combatir y quizás sólo estuviera acompañando a sus hermanos mayores, salió al encuentro. Él era muy hábil y rápido, y con una honda le arrojó dos piedras a Goliat que se clavaron en su frente, con lo cual él cayó muerto. El ejército enemigo se asombró mucho al ver esto y se asustaron tanto que escaparon del campo de batalla. Así los hijos de Israel triunfaron.[1]

[1] . Exégesis del Sagrado Corán,Tomo II,p,294