«Un día salí de mi habitación y en el vestíbulo de la casa me vi a mí mismo parado y silencioso en un rincón. Observé con atención mi propio rostro y vi que en él había un lunar. Cuando volví a mi habitación y me miré en el espejo, encontré que, efectivamente, tenía ese lunar que hasta ese momento jamás había visto-
«El señor Ali Qadi poseía dos dimensiones, una era la sabiduría y otra el conocimiento. Es decir, en el mundo de las ciencias manifiestas era un doctor de la ley impresionante y un gran sabio y en el mundo de los conocimientos internos era un gnóstico realizado y un hombre completo que había completado los cuatro viajes del alma y que había unido lo externo y lo interno, la sharía y la táriqa. Él, en el más amplio sentido de la palabra, era un guía en el valle de la realidad. Se mostraba crítico con los sabios que se dedicaban a escribir libros sobre temas relativos al mundo aparente y pequeños y grandes tratados sobre los principios de la jurisprudencia y que, por lo tanto, tenían sus manos vacías de espiritualidad y los descalificaba ante sus estudiantes.[1]
Una historia interesante
Aqa Seyed Ali Qadí, dice:
«Un día salí de mi habitación y en el vestíbulo de la casa me vi a mí mismo parado y silencioso en un rincón. Observé con atención mi propio rostro y vi que en él había un lunar. Cuando volví a mi habitación y me miré en el espejo, encontré que, efectivamente, tenía ese lunar que hasta ese momento jamás había visto.»
A veces, el viajero en la senda de Dios se da cuenta de que se ha perdido a sí mismo y que no consigue encontrarse por mucho que se busque.[2]
[1] . El núcleo de los núcleos,pag98
[2] . El núcleo de los núcleos,pag163